lunes, 29 de diciembre de 2008

El día de los reproches I

Bitch. Canta el marinero viendo a medianoche el faro alejándose, el último punto de luz con un cielo nublado y un horizonte infinito que para él, sólo termina donde estás tú.

Canta el marinero con el pirata capitán, se sirven un ron barato y te llaman pelanduzca, brusca manera de llamar a una chica que se acostó con los dos, si bien no a la vez, el mismo día.

Canta el marinero "La milonga del marinero y el capitán", canta el marinero sus penas y esta única alegría de fugarse a altamar sin ti, a ver si ahoga tu recuerdo o se ahoga él primero.

Canta el marinero tu canción y tú, en otra cama, silbas la misma pensando que es otro amor que se fue, él piensa que no fue otro amor, sino el más duro.

Canta el marinero mientras carga el cabuz, ahorita se mata, seguro.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Fin de finales

El dedo se ahorca con la cuerda de una guitarra. Ojalá dice Silvio y un Sabina aguardientoso susurra a dúo con Lola Beltrán que estuve a punto de cambiar tu mundo, de cambiar tu mundo por el mundo mío de J.A. Jiménez. El dedo se ahorca en las cuerdas de algunas guitarras, se turba en un Hotel de California y suelta unas lágrimas con Eric Clapton.



El dedo se ahorca en la cuerda de una guitarra desafinada, esperando por una canción que cante esperanzas al viento y diga que todo saldrá bien mañana, que hoy es un día para dormir y fingir estar muerto, que es mejor estar tirado sin hacer nada a que tirando el mundo no quede nada por hacer. El dedo se aflige bajo unas notas incompatibles y sufre porque no hace melodía sino ruido y, torpe, no quiere tocar más.



La mano adormecida sabe que el espectáculo ha terminado, muchas gracias, pocas palmas y a recoger todo del estrado. El dedo se ahorca con la cuerda de una guitarra, una mala noche y a dormir temprano porque el show debe continuar otro día, la música no tiene la culpa sino estos dedos suicidas, la música es vida, una vida que mis dedos no saben continuar.

Guitarra al hombro bajo las escalinatas y saludo a mis amigos, todos saben que me voy a casa, es tarde y este dedo que quería rock, ya murió.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Seguindo Estrelas

Unos chicos en Río decidieron formar una banda, una pequeña, por amor a la música. Una de esas bandas que ensayan en la cochera de la abuela y se vuelven famosos sin querer, porque son buenos y no porque son guapos. Unos chicos de Río decidieron amar la música y formaron un trío al que le cambiaron un integrante, pero la esencia fue la misma siempre.

Empezaron tocando Rock y Reggae, grabaron un par de discos y todo fue para arriba.

La historia no será del grupo sino de uno de sus integrantes: Herbert.

Herbert fue voz y rostro del grupo, se consolidaron como parte de la historia del rock brasileño y, aunque perdían mucha acogida en su propio país, empezaron a hacerse famosos en toda latinoamérica con letras sencillas y música que experimentaba en todos los sentidos.
Herbert se casó con Lucy, una inglesa rubia hermosa, una chica sensible y simple, de aquellas que nos vuelven locos porque no están locas, te escuchan y se pueden tomar una cerveza contigo un domingo viendo futebol. Su afición, además de la música era volar por la playa en un ultraligero de su propiedad, le encantaba sentirse en las alturas y ver todo claramente.

Lucy, la esposa de Herbert, le pediría como regalo de navidad algo que toda mujer, esposa de un artista, desearía: vacaciones.
Además de eso, Lucy le pidió que dejara de volar ese año.

Después de tanta fama, muchos discos y giras, y un Unplugged que vendió más de medio millón de copias, la banda decidió darse unas vacaciones de verano.

En febrero del 2001, Lucy y Herbert iban viajando en el ultraligero por una playa de Río cuando Herbert perdió el control del avión y cayeron. Del accidente solo sobrevivió Herbert, Lucy había fallecido pero él no lo supo porque quedó inconsciente y al borde la muerte.
Herbert estuvo en coma y los doctores nunca le dieron posibilidades de volver a ser el mismo. Pero hay cosas que la medicina no sabe acerca de supervivencia y es que el amor es más fuerte que la adversidad.
Cuando salió del coma, Herbert empezó a dormir con guitarras por toda la cama, iba recuperando la memoria poco a poco. Lo duro, para sus compañeros fue recordarle cada vez que perdía la memoria que Lucy había perecido en el accidente.
Tiempo después Herbert recordaría que en las alturas, a sabiendas de que caerían, Lucy le dijo: "Tú tienes que quedarte acá".

Herbert, después de unos meses recuperó casi en su totalidad sus facultades mentales y la posibilidad de mover la parte superior del cuerpo. Su familia, la banda y la música fueron su motivación durante todo el tiempo que pasó en el hospital.
Se cuenta que Herbert pasaba más de diez horas al día tocando su guitarra, que si bien no se acordaba de muchas cosas de su pasado, recordaba perfectamente la letra de sus canciones.

Pasó mucho tiempo para que Herbert pudiera aparecer de nuevo en público. Lo hizo durante un concierto de Fito Páez, un gran amigo de él, en Brasil. Se acercó al centro del escenario en silla de ruedas y el público presente empezó a llorar en uno de los gestos más cariñosos que pude ver de parte de la gente que ama la música. Fue tanto así que a mí, por TV se me humedecieron los ojos uniéndome a todos los amantes de la música que querían ver a Herbert de nuevo.

Pasó el tiempo y la banda reanudó sus actividades, sacó un nuevo disco en el que Herbert incluiría una canción para Lucy que compuso durante su recuperación, esta canción la cantó por primera vez en concierto en medio de lágrimas postrado a la silla de ruedas que nunca más lo abandonaría.

Hoy en día, Os Paralamas do Sucesso es una de las bandas más representativas de la historia del rock sudamericano, con temas conocidísimos como "Uma Brasileira" y "Alagados". Pero la canción que más me gusta de la banda es "Seguindo Estrelas" un himno de amor, una poesía que te lleva al borde del llanto una vez que sabes la historia y que está dedicada a Lucy.

Solo la música y el amor por esta pudieron salvar a Herbert y a una banda que después de la tragedia nunca fue la misma. Gracias por seguir tocando para nosotros.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Olvidando las gafas

El mundo era pequeño para mí. De lado a lado de la ciudad habían unas sesenta cuadras, casi como la Av. Arequipa. Ica no era la ciudad más agradable del mundo aún cuando todos los metereólogos le auguraban buen futuro, yo siempre supe que el futuro no está ahí, es una sin city que, por lo peor, no sabe que siempre peca, ahí no había salvación.



La puerta me pegó en la cara cuando, en Lima, me di cuenta que ahí tampoco la podía encontrar. Dios me dijo alguna vez que el mundo era malo porque los hombres, desde pequeños, no sabían lo que era el bien, que estos tiempos modernos eran inmorales y que la única manera de encontrar la bondad era en uno mismo porque ya ni en los sacerdotes se podía confiar del todo. Con otras palabras, me dije, el mundo necesita buenas almas, no para salvarlo, sino para hacer contraste.



Lima, 2004. Empecé el ciclo con dolores de cabeza tremendos. Por tres razones muy sencillas, la primera era que el no usar los lentes hacía que esforzara mis ojos todos los días en clase y al final del día terminaba sufriendo en cama. La segunda razón era más cojuda todavía, llegando con dolor de cabeza no podía terminar en cama porque no tenía. Dormía en un colchoncito delgado tirado en el suelo, con una almohadita, porque compartía un cuarto pequeño con mi hermano y sólo había una cama, a mí me correspondía lo menos cómodo justificadamente, él sufrió de asma mucho tiempo. La tercera razón es académica, en Matemática 1 todo se resolvía con puntos críticos y oh! maravilla! en Ica nunca me enseñaron eso ni en el colegio ni en la academia, sin embargo hasta el más bruto del salón lo sabía al dedillo, problemas de una ciudad atrasada. La cuestión es que no saberlos me obligaba a pensar el doble lo que me stressaba de sobremanera.



Lima, 2004, abril o mayo. Nunca fui bueno para hacer amigos. Digamos que soy tímido.

Gracias al Winning Eleven conocí al que sería mi primer grupo en la universidad, un chino de puta madre y dos chicos más. Desde pequeño me cayeron bien los chinos por la forma de sus ojos que les da una expresión curiosa que siempre me alegra el día.

Pasado el tiempo, y no recuerdo cómo, me hice amigo de un grupo de chicas del horario. Como todos compartíamos todos los cursos era fácil conocerse entre todos, pero siempre formamos ciertos grupos que a la larga se irían disolviendo hasta que seleccionáramos un par para hacer una amistad que duraría toda la carrera universitaria.

Erika me gustaba, su busto, su sonrisa y su cabello largo. Era una chica guapa a su manera, con un color de piel bellísimo. Fue por ella que me acoplé al grupo de mujeres. De inicio me hice amigo de ella, de Iris y de Soleil. Alguna vez me acuerdo de otra chica del grupo que se llama Joselyne o algo parecido, pero del grupo me acuerdo de aquellas tres y cada una tendría influencia en parte de mi vida.



Erika, me encantaba, como dije, su busto, su sonrisa y su cabello largo. Bonita figura, nariz preciosa. Nunca supe cómo hablarle hasta que, como excusa, le dije que si quería que le trajera algo de Ica me diera su correo electrónico así comunicarme con ella. Por supuesto que, para no ser evidente, le pedí lo mismo a sus amigas y así surgió una "comunicación más fluida". Me gustó mucho en cuanto la conocí, sin embargo a muchos otros varones del horario también por lo que el gusto fue diluyéndose hasta desaparecer, como dije nunca me gustaron mucho las chicas que tenían tantos ojos encima.

Opté por ayudar, entonces, a un compañero que quiso estar con ella tiempo después de que la conoció. Nuestros intentos por conseguirlo fueron muy buenos pero con cierto factor que, al final, significaría su derrota: cobardía.

Cuando, después de toda una estrategia bien planificada durante meses, pudimos ir a su casa para que le dieran un sí, él demoró, se avergonzó y finalmente fue choteado. Unas lágrimas de Erika significarían que no quería hacerle daño y que tuvo toda la intención de tener una relación con él pero las oportunidades no se desperdician y mi compañero no supo aprovechar lo que, hasta entonces, hubiera sido la relación más bonita de lo que conocía de la universidad.

Tiempo después apareció Alvaro, el chico más guapo del salón que terminaría estando con ella, y yo pensé que se habían juntado bastante bien los más atractivos del horario. En vacaciones, como suponía que iba a pasar, él terminó con ella al irse a USA a trabajar y a divertirse de lo lindo, nunca llegaron a reconciliarse una vez en Perú y terminó su historia.

Erika desapareció de mi vida tan rápido como llegó, una división de un macrogrupo de la universidad la alejó y luego, simplemente, dejamos de hablarnos. Tal vez ella sepa, pero yo no sé cómo fue realmente que se deterioró nuestra relación pero un bye bye simpático fue lo último que pude decirle.



Soleil Richards. Blanca, cabello castaño, rellenita, un busto enorme y unos lentes de fina montura. Una mujer con una madurez e inmadurez impropias de su edad.

Por supuesto, la parte madura de ella era increíble, sus palabras, las conversaciones que teníamos y sus orejas bellísimas siempre dispuestas a escucharme.

Todo comenzó con un "Quién se robó mi queso?" y un examen de Etnicidad que jaló. Nos hicimos amigos muy rápidamente y nos visitábamos seguido, nos encontrábamos durante y fuera de clases. A mi madre le encantaba, cuando conversaban eran como dos comadres dispuestas a charlas desde el almuerzo hasta la hora del lonche.

Era evangélica, creo, y alguna vez me invitó a su iglesia que para mí era un concierto mal animado, no porque lo fuera en sí sino que yo nunca me he caracterizado por ser muy apegado a la religión.

De todas las cosas que puedo mencionar y no haré, me quedan muy muy muy gratos recuerdos, su sonrisa era angelical y sus perros preciosos, su casa guarida y lo más importante, su hombro fue mi paño de lágrimas contadas ocasiones que fueron para mí un desahogo divino.



Su vida amorosa y la universidad eran sus puntos flacos. Perdió al chico de su juventud en un descuido, por la impaciencia de sentirse querida. Al nuevo chico creo que no lo quiso aunque solo ella lo sabe. Luego apareció un tipo, delegado del horario, con el que jugaron entre ambos al sin compromiso de compra, se divirtieron y acabó el show. Su problema, tal vez, era que le gustaban los chicos de pelo largo (a excepción de mí cuando tenía el cabello hasta los hombros) y los musicians.

Poco tiempo después dejo la universidad, jaló algunos cursos y se retiró. Era hora, no era su vocación la que estaba en el campus sino la que encontró en lo que más disfrutaba, cocinar postres. Sus brownies eran deliciosos y los invitaba sin pedir nada, era un ángel con defectos, pero ángel al fin y al cabo. Se casa el próximo año y quiero que sea muy feliz, que tenga hombros para poder llorar como ella me brindó los suyos y que tenga los niños más bellos del mundo, que me digan tío y yo les diga cuan grato fue haber conocido a su madre.



La estrella de esta historia sería una enamorada, otra gran persona.

Iris, como el de los ojos. Frentona, tez acanelada, lentes de contacto, ojos enormes.

Nunca la vi hasta que escupí desde el segundo piso de la facultad hacia el jardín. Me miró y reprobó, ya sabía que sería mi enamorada, la gracia era conseguir que lo fuera aunque ella no lo supiera aún.

Tenía manías graciosas como posar la yema de sus dedos en la frente, como pensando, cada vez que se preocupaba. Era muy religiosa a su manera y es buena, eso no me cabe duda. Si bien inmadura y preocupada por la opinión de sus padres, me caía bien.

La primera gracia comenzó en una reunión de estudios de esas en la que se estudia poco y chismea mucho. La besé en la frente, mi sana costumbre, y entre besos y besos que le daba, algo surgía pero ni yo ni ella sabíamos qué. Yo no la quería para ese entonces y ella posiblemente ni tenía en mente a alguien como yo.

Entre mucho show y palabras, terminamos besándonos en la banca de algún parque cercano a la universidad una noche después de clases pero no estuvimos desde ahí, sino tiempo después, tras muchas discusiones y muchas insistencias. Al fin y al cabo estar o no, no era tan relevante porque era como que sí pero no, y cuando sí, no formalizado, y cuando cuasi formalizado, ya había terminado todo.

La importancia de esta enamorada es que es la única que pudo aguantarme lo suficiente como para que yo no pudiera aguantarla a ella, no por lo que ella era sino porque no soportaba que viviera lo que sus padres querían que viviera, es más, creo que todavía lo hace. Duramos como ocho meses conflictivos y bonitas experiencias. Cometí un error imperdonable, le regalé un recopilatorio de poemas que no sólo eran para ella, para mí resulta incomprensible cómo algo así puede incomodar a alguien, pero las mujeres, a mi parecer, siempre han estado locas y nunca dejaran de estarlo, por supuesto ella no era una excepción. Es evidente también, que yo soy demasiado incompetente como para comprenderlas.

Terminamos con varios inconvenientes, ella porque me creía culpable de un hecho que ocurrió cuando no había posibilidad de que fuera delito, y yo porque me creía inocente de este. La cuestión es que por engreimientos de ambas partes dejamos de hablarnos mucho tiempo, luego ese nada de habla se volvió un muy de vez en cuando hasta ahora.

Las anécdotas sin incontables, los besos también. Las malas horas fueron horrendas, pero llevaderas, supimos aguantarnos más de la cuenta, pero esto no se trata de aguantar sino de cosas más entretenidas.



Estas tres mujeres marcaron el inicio de la vida en una ciudad que detesto hasta hoy, no tanto como Ica pero parecido, porque ambas se van a la mierda, no porque se vuelvan más pobres o estén en decadencia sino porque la gente empieza a ser más egoísta, menos sincera y sobre todo, menos buena que no es lo mismo que mala.

Sin ellas, no hubiera podido tener la historia que tengo ni haber llegado hasta acá. Cómo así?, pues sencillo, todas supieron ver lo mejor de mí, aunque no entiendo bien el cómo le hicieron pero rescataron partes de mí que no sabía que todavía tenía. De por qué aceptaron ser mis amigas, sospecho, que es porque ese día olvidaron sus gafas y no me vieron bien, de lo contrario, gracias por haberme aceptado en parte de su historia.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Un lazo rojo

Hace mucho tiempo conocí a un homosexual, un mariconcito con todas las de ley, que se había infectado de VIH. Un tipo con un futuro promisorio que no tenía miedo de enfrentarse a la vida hasta que la vida, la libertina, le jugó una mala pasada.

Este maricón en cuestión cometió el error de dejarse llevar por las ganas y hacerle sexo oral al primer huevón que se encontró en el baño. Pasado el tiempo en un examen de sangre se lo diagnosticaron. No entró en una profunda depresión como se acostumbra sino que ubicó al beneficiario de su lengua y le informó a él que lo había contagiado y que, probablemente, el también habría contagiado a alguien más.
Este no le hizo caso, por supuesto, no le creyó una palabra y siguió feliz con su vida. De él, se sabe que ha tenido muchas relaciones, con hombres y mujeres, muchas de estas relaciones terminaron en la cama y sin protección.

Unos años después, en un análisis, el beneficiario de la lengua constató que sí estaba infectado y que había contagiado al maricón que, para este tiempo, ya había fallecido.
Empezó a buscar a todas las personas con las que había tenido relaciones durante los años que no hizo caso al anuncio de su infección. Encontró pocos, muchos habían fallecido tras una profunda depresión. Empezó a usar un lazo rojo en la muñeca derecha y a pedir perdón a los familiares, entró en una crisis emocional profunda y al poco tiempo falleció. Antes de morir pidió que se le enterrase con la cinta, que quería que todos supieran que murió infectado y que infectó mucha gente durante lo que le quedó de vida.

Encontraron luego una carta de él donde afirmaba que era culpable de la muerte de muchas personas, porque advertido de que estaba infectado siguió contagiando gente y gente. Que todo el que supiera que estaba infectado y contagiara a alguien a sabiendas debería ser encarcelado por inoculación de un veneno sin antídoto.
Junto con la carta había un lazo rojo en el que estaban escritas las iniciales de todas las personas que el recuerda haber infectado, este lazo medía metros y metros. Al final de este decía: "Felizmente tuve tiempo para poder cortar este lazo"

Sin hilación

Quién probara las dulces palabras
de la melancolía,
como quien te besa los labios
y se lleva tu verbo amada mía.

Quién supiera las ideas insolentes
que te cruzan por la cabeza,
supiera con un verso alegrarte
y decirte frases apropiadas, con certeza.

Quién rozara imperceptible tu piel
al tiempo que sonroja tu mejilla,
te dijera quiero rojos esos ojos
y esos labios de manzanilla.

Quién escribiera un poema cada día
y no los publicara
porque no quisiera que a otra bella
este se dedicara.

Quién se conmoviera con tu gesto
y te compusiera una canción,
te dejara una guitarra en tu puerta,
una armónica, un saxofón.

Quién fuera de tus ojos el predilecto
y al verte le temblara la pupila,
le faltara el aire de pronto,
y sintiera que la voz le vacila.

Quién probara tus dulces palabras,
supiera las ideas insolentes,
y rozara imperceptible tu piel.
Quién escribiera un poema cada día,
se conmoviera con tu gesto
y compusiera una canción.

Quién fuera aquel que te acaricia con sonatas,
te arranca sonrisas con tinta
y te aclama modelo de mujer.
¿Quién hiciera todo esto como lo haría yo?
No, olvídalo querida,
nadie más tiene tanto corazón.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Cuando muerdo mi lapicero

Alguna vez mi madre me dijo, deja de morder los lapiceros que te vas a cagar los dientes.



Mi historia con lapiceros comienza cuando descubrí, si tal cosa se pudiese, que dejaban rastro por la parte puntiaguda. De inmediato comencé a jugar y representar lo que yo veía, no sabía de letras pero sabía de formas y mamá fue dos círculos con cabello. A ella le gustó, de ahí supe que los rastros de tinta podían generar sonrisas.



Este fue el inicio de una práctica que nunca abandonaría.

A los doce conocí a Bécquer, y si bien me pareció un huevón, nadie sabía resolver los versos como él, qué mano tan fina pensé y quise ser como él. Un reverendo huevón que podía resolver en segundos el poema más difícil.

A los doce empecé, pues, a escribir miles de versos que, uno tras otro, fueron echados a la basura por la mala calidad, por errores ortográficos que me aburría corregir o porque quedaban inconclusos. Muchos de estos los guardé en un cuaderno amarillo, con la numeración de Rimas de Gustavo Adolfo. Del I al L todos fueron de alegría, predicción del clima y sobre mi madre, a quien quería más que a cualquier cosa, inclusive más que a mí.

No pasaron muchos meses y el cuaderno desapareció, mi mal llamado arte había sido hurtado del escondite y nunca más lo volví a ver. Sería la primera etapa, la del olvido.
Dejé de escribir unos meses y mis notas en el colegio subían proporcionalmente con el tiempo que no le dedicara a escribir. Y todo hubiera sido felicidad desde ese entonces pero, no me gustaba sacar buenas notas, me aburrí al tiempo y dije, prefiero escribir sobre gary farfán que sobre honore de balzac.



Conocí a JR Ribeyro, mi cuentista favorito. Después de A pie del Acantilado nada fue lo mismo para mí, el tipo la tenía clara y lo decía, uno entendía y pensaba: yo quiero el shampoo que él está usando. Y claro que sí dejé los versos, pero no para dedicarme a los cuentos sino a los poemas en prosa. Eran más divertidos y no necesitaban tanta capacidad para resolverlos.

Conocí mil mujeres y cientos me gustaron. Conocí de escritores y de la vida, empecé a escribirle al amor que era lo único en lo que siempre me iba mal. La soltería era una virtud que supe mantener hasta los quince, luego apareció una malmujer, una pelanduzca de aquellas que se muestran inocentes los primeros meses y mortales para la buena fama los seis siguientes.
Duramos ocho meses en los que me dediqué a la poesía barata por un rato de caricias y morreos en la sala, a ella le gustaba, a mí también.
Poco después terminó el show, ella se fue con otro, con otro peor. Yo me quede conmigo y así empezó la experiencia de la soledad.
Muchos meses me duró la gracia, la soledad era la inspiración que siempre necesité, de ahí fue que nacieron mis prosas mas tristes, mis canciones más bellas. Pero tenía que abandonar una ciudad para no irme a la mierda y me fui.

Mi vida después de eso fue tediosa y medio antipática. Empecé a morder los lapiceros, una costumbre parecida a persignarse antes de entrar a la cancha. La primera vez que mordí el lapicero fue cuando, escribiendo me tuve que movilizar para no ser descubierto porque escribir siempre ha sido algo que me averguenza hacer en público. Con las dos manos ocupadas el único lugar para llevar el lapicero era en la boca. Durante el trayecto a la nueva locación llegaron miles de ideas a mi cabeza, lo mismo sucedió varias veces más, el lapicero en mis dientes era un generador de ideas.

De ahí la costumbre que sigo hasta hoy. A veces escribo en público, a veces dejo de escribir mucho tiempo pero antes de iniciar un examen, antes de un poema, antes de escribir este texto me pongo el lapicero en los dientes y lo muerdo, como queriéndole arrancar inspiración, como si quisiera llegar a la tinta que lleva dentro.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Por qué la Pepsi

Una vez me pasó algo curioso en el cole. Todos mis amigos, todos, querían con una chica.
Esta chica en cuestión era guapa, no tenía cuerpo aún porque teníamos 12 años. Todos babeaban por ella y pugnaban hablar con ella o llamar su atención. Cojudeces.

Como no soy de los chicos normales, a mí me gustaba su mejor amiga.

Meses después el profesor la designó como mi compañera de carpeta. Todos me miraron con envidia pues compartiría todo el día escolar, menos recreo, con ella al lado. Qué podía decir, nada. Algunos se acercaron y me dijeron, qué suerte tienes, yo les dije, no es nada del otro mundo, es una chica que les puede gustar como que no, yo prefiero las que no tienen tantos ojos encima.

Al tiempo, ella y su mejor amiga pelearon por tonterías y fue cuando me gustó de una forma seria. Ya me gustaba, pero nunca como cuando se peleó con la chica más deseada del salón. La situación le brindó una nueva aura, la sensualidad de los que se rebelan, la sensualidad de los que se resisten a ser opacados por el, la, mejor,esa que pocos podemos percibir.

Cuando la Coca Cola llegó a mi vida, yo era un niño cualquiera que prefería cualquier otra cojudez en mi boca antes que sentir cosquillas gaseosas en mi lengua. Limonada, chicha o maracuyá eran mis refrescos favoritos, ni qué decir de los jugos de fresa que preparaba mamá.
La Coca Cola me la invitó papá tras un partido de fulbito de domingo familiar, unos sorbos, una decepción. Se acercó un fanático y dijo: qué? no te gusta la coca?. No supe qué responder, todos estaban de acuerdo en que era la mejor gaseosa, yo no.
Me incliné por la unica competencia negra, la Pepsi. La probé una vez y no me pareció tan mala. Para la segunda ya me había entrado un orgasmo al alma, no era solo una gaseosa sino un feeling especial, uno que se indentificó con la lucha contra lo que a todos le gustaba.

La chica en cuestión desapareció un par de años después. Nunca le hablé, no me importaba, a los doce no pensaba tener enamorada y ahora me hace falta una. La Pepsi, eso sí, nunca la abandoné. Me seguiría toda la vida, dándome una singularidad que otra gaseosa nunca me ofreció, poco a poco me volví adicto y hoy es mi café. Si alguna vez alguien me preguntara qué necesito para poder sentarme a escribir, le diría, ponme en la cabeza una chica de sonrisa genuina, un poco de música y una pepsi, las dos primeras cosas pueden faltar y tener suerte para que salga algo que valga la pena leer, la pepsi no.

Creación de un blog

Alguien me dijo que un blog era como un diario, otro me dijo que es un lugar de discusión, los de la PUCP me dijeron que era un lugar para publicar lo que a mí se me venga en gana. De ninguna manera. No es un diario porque nadie en su sano juicio contaría todo aquí, válgame Dios! tendría que poner cuantas veces al día me masturbo, desde ninguna que sería pecado hasta cinco al día que sería un suicidio. Tampoco un lugar de discusión, Dios no quiera que ponga una oración, plegaria, rezo, cántico, aquí y empecemos a debatir sobre eso, ni siquiera quisiera la opinión, digo. Por supuesto, tampoco es un lugar para publicar lo que me venga en gana, cuántos amigos perdería si empezara con los chismes malintencionados, es preferible regirse aquí con los mismos derechos y deberes que fuera, digo.

Para mí, un blog es lo que dice mi madre que es. Un lugar que llenan los bloggeros, como despectivamente los llama.